Cuaresma

Al inicio de su pontificado, dice Alberto García-Mina Freire, el Papa instituyó una iniciativa cuaresmal, «24 horas para el Señor». La Iglesia nos recuerda precisamente en Cuaresma la necesidad de confesarnos para que todos podamos vivir la resurrección de Cristo en Pascua. Nos manda un mínimo: «confesar los pecados al menos una vez al año» para poder «recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua».

“Si consideramos las cosas despacio, veremos que un Dios Creador es admirable; un Dios, que viene hasta la Cruz para redimirnos, es una maravilla; ¡pero un Dios que perdona, un Dios que nos purifica, que nos limpia, es algo espléndido! ¿Cabe algo más paternal? ¿Vosotros guardáis rencor a vuestros hijos? ¿Verdad que no? Así Dios Nuestro Señor, en cuanto le pedimos perdón, nos perdona del todo. ¡Es estupendo!”[1].             

En Cuaresma, la Iglesia nos invita a meditar las parábolas de la misericordia (de la oveja perdida, de la moneda extraviada y la del hijo pródigo, recogidas en el capítulo 15 de Lucas) para considerar lo que pasa en el Cielo cuando nos confesamos. Es la gran fiesta de nuestro Padre Dios.

[1] palabras de san Josemaría Escrivá de Balaguer recogidas en “Antes, más y mejor”, Rialp 2001.